Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo

Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo.
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viernes, 23 de febrero de 2024

LUGO, SANTISO, COCHABAMBA

Cuatro secuencias podrían condensar mi último viaje a Galicia. Traigo aquí ese material para hacerle un corte de mangas al tiempo y al espacio, a la manera de los montadores cinematográficos.

1. Al volver de un grato almuerzo con mi amigo Alfonso Riveiro, director de El Progreso, me reuní con papá en el lucense parque Rosalía de Castro. Allí vimos un mirlo muy robusto. Devoraba con fruición los frutos de un acebo e intercalaba sutilmente algunas notas. Vino a mi mente la poética forma en que Cipriano Arribas Sánchez describió a esa especie: «Es músico si le enseñan». Paralelamente, me acordé del mirlo que, durante años, acudió cada día al jardín de mis padres. Lo alimentábamos con migas de pan y de galletas; a cambio, él nos saneaba la tierra y nos regalaba hermosísimas serenatas. Anidaba en el cementerio, y cuando enterramos a mi abuelo, su silbido se escuchaba más claro y rasgado que nunca. Pensándolo bien, no necesitó que nadie le enseñase a ser músico; él me enseñó a mí; no en vano, le llamaba ‘Mestre’. Y ahora, en mis clases de Expresión Oral y Corporal, pongo como ejemplo sus inflexiones vocales, ricas en matices.

2. Mi tía Elvira emigró a Buenos Aires en los años 50 del siglo pasado. Ella me enseñó aquellos americanismos —‘pileta’, ‘vereda’, ‘boliche’, ‘pibe’…— que tanta gracia me hacían de niño y que ahora también empleo, pues vivo en Bolivia desde hace seis años. Pese a que solo disfruté su compañía durante dos veranos, la tía y yo estábamos muy unidos. Lisa de Mediante me cuidó durante la infancia, haciendo gala de una paciencia infinita. Cuando veíamos pasar un avión, Lisa siempre me decía en tono cariñoso: «Mira, Hectorín, aí vai a tía Elvira! Vai nese avión, camín da Arxentina». De esa forma, mezclando fantasía y realidad, recordábamos a la hermana de mi abuelo Paco. Ahora, en nuestro Santiso natal, cuando vemos el rastro de un avión, mi madre y yo evocamos a Lisa de Mediante y a Elvira de Robaín. Les hubiera gustado saber que comparten protagonismo en esa escena, pues se tenían mucho aprecio. A ellas sea la gloria.

3. Hubiera repetido con mis padres la caminata por las medievales calles de Mondoñedo, hubiera seguido analizando con mis viejos amigos el binomio política-religión, hubiera vuelto a quedar con mi audaz amiga en el aeropuerto, donde ni siquiera nos terminamos las hamburguesas (lo importante era la charla y disponíamos de poco tiempo), hubiera concluido la lectura de la autobiografía de Woody Allen que me compré en Ribadeo, pero, como dicen aquí, ‘ni modo’, debo retornar al trabajo.

4. Ya en Cochabamba, le dije al taxista que mi casa estaba ‘a dos cuadras del surtidor’. Inexplicablemente, pasamos por tres o cuatro surtidores. La ciudad olía a soledad y a deseo insatisfecho.

(Publicado en El Progreso de Lugo, 23/02/2024).

El parque Rosalía de Castro, en Lugo.

martes, 2 de enero de 2024

PUBLICACIÓN DE MI LIBRO 'EL VUELO DE LA METÁFORA'

Eliva Press, editorial europea especializada en material académico e investigativo, publicó el mes pasado mi segundo libro, El vuelo de la metáfora. Este volumen compila los siguientes artículos científicos: “Metáforas de interacción en la poesía de Antonio Martínez Sarrión” y “El uso de la metáfora en los tuits de Evo Morales y Carlos Mesa durante la campaña preelectoral boliviana de 2019”.


Este es un fragmento de la nota preliminar del libro:
La poesía expresa un sentimiento estético, y la política (la que practican los partidos) se basa en la polarización. La primera zigzaguea, camina en círculos; y la segunda sigue la línea recta de la comunicación. Una busca la sugerencia, y la otra pretende mover a las masas. Poesía y política. He aquí dos ámbitos aparentemente opuestos que, sin embargo, comparten procedimientos retóricos como la paradoja, la hipérbole o la metáfora. Independientemente del escenario, la metáfora hace más expresivo y sintético el discurso, dando alas a la imaginación del lector.

💻 El volumen físico puede adquirirse por internet desde cualquier parte del mundo:

Para leer algunos contenidos (entrevistas, reportajes) publicados en los medios de comunicación con motivo de la aparición de mi libro, sigue estos enlaces:



miércoles, 20 de diciembre de 2023

HILO DE RAFIA

Uno de los momentos más emotivos de ‘El amor después del amor’, la serie sobre la vida y obra del rockero argentino Fito Páez, es cuando el protagonista —interpretado por Iván Hochman— y Fabiana Cantilo —a quien encarna Micaela Riera— ponen fin a su relación amorosa. «Yo siempre estaré cerca de usted, Páez», le dice Fabi a Fito con suma ternura. Deduzco que esa escena está ficcionada, porque no aparece en ‘Infancia y juventud’ (el libro de memorias del propio Páez, donde la presencia de su ex tiene mucho peso), pero, en cualquier caso, refleja el tono real de la separación. Entre los dos músicos no hubo el más mínimo atisbo de rencor. Tampoco distancia. Ni siquiera aplacaron el sentimiento; solamente le dieron otro enfoque debido a las circunstancias —adicciones, muertes, etcétera—. De hecho, cuando ya habían roto, Cantilo hizo las armonías vocales de ‘Fue amor’ (1990) y ‘Brillante sobre el mic’ (1992), memorables baladas que ella le inspiró a Páez. Y con motivo del 63 cumpleaños de la cantante porteña, Fito publicó en sus redes: «…te amé, te amo y te amaré, luz de todos los astros».

La referida escena de ‘El amor después del amor’ me recordó mucho al epílogo de mi relación con una boliviana fantástica. Fue en el aeropuerto, después de haber pasado juntos el fin de semana, cuando nos enfrentamos a la hostil realidad. Sin duda, la química seguía intacta, pero la distancia geográfica nos afectaba. Además, era una época en que los mediocres burócratas de Migración me ponían palos en las ruedas; la frustración multiplicaba mi nostalgia —estuve a un paso de retornar a España— y no podía entregarme por completo en la relación. La situación me apenaba, porque era consciente de que ninguna otra chica me había tratado con tanta ternura y porque, indefectiblemente, la seguía amando. Eso le expliqué con la voz desgarrada. Ella, con una madurez encomiable, me respondió: «Me hace daño necesitarte y no poder tenerte para mí. Me lastima saber que lo pasas mal y no poder estar para ti. Te dejo ir porque te amo». Fundidos en un abrazo, rompimos a llorar. Fue un momento lacerante pero reparador. «Yo siempre estaré para ti», le dije. «Y yo para vos», respondió con un tono adorable. Sé que jamás traicionaremos esa promesa.

Por cierto, hace unos meses me confesó que, después de aquella despedida, subió al balcón del aeropuerto para ver el despegue de mi avión: «Tú me llorabas en el aire y yo te lloraba en tierra». Esa experiencia refleja su pasión a prueba de bombas, su capacidad para empatizar y su mirada atenta a los detalles —no es casualidad que ella me haya hecho las mejores fotos—.

Nuestra complicidad se mantiene intacta. Nos contamos confidencias, nos llamamos con apelativos metafóricos, recordamos los momentos de plenitud compartidos, nos reímos de nuestras pequeñas catástrofes domésticas (siempre he admirado su agudo sentido del humor, signo de inteligencia) y, por supuesto, seguimos escuchando nuestra playlist, donde abundan las canciones de Fito Páez y Fabiana Cantilo.

Acaso el hilo que nos une sea de rafia: como el pasador que una tarde se quitó de su cabello. Al volver del aeropuerto, me di cuenta de que se lo había olvidado en mi sofá. Lo guardé, como si se tratase de un tesoro, en el cajón de mi ropa interior. Y evoqué, fascinado, sus formas de niña. Exactamente igual que hoy.

(Publicado en El Progreso de Lugo y Diario de Pontevedra, 19/12/2023).


miércoles, 1 de febrero de 2023

SARA KHADEM Y EL ISLAM

Sara Khadem es una ajedrecista iraní premiada internacionalmente. El 26 de diciembre esta chica de 25 años se presentó con la cabeza descubierta —un delito según la ley islámica— en el Mundial de Ajedrez Rápido, que tuvo lugar en Kazajistán. «Antes del Mundial, cuando viajaba a los torneos solo me ponía el velo si había cámaras, porque representaba a Irán. Pero con el velo no soy yo, no me siento bien, y quería terminar con esa situación. Y decidí no ponérmelo más», confesó recientemente a Leontxo García, periodista de El País. Por supuesto, jugar sin el hiyab fue una muestra de apoyo a las protestas que comenzaron en su país el pasado 14 de septiembre, cuando Mahsa Amini falleció a los 22 años tras ser golpeada y detenida por la policía de la moral en Teherán, so pretexto de llevar mal colocado el velo. Una vez concluido el campeonato internacional, Sara Khadem decidió exiliarse en España, para evitar posibles represalias.

Me parece muy expresiva la fotografía que encabeza la mencionada entrevista de El País. Ximena y Sergio captaron a una chica risueña, valiente, segura de sí misma, ante un tablero de ajedrez. Su mirada mantiene el brillo de aquella niña prodigio del juego de mesa. Enfundada en una chaqueta de cuero, Sara Khadem muestra sus brazos y la palma de su mano izquierda: son símbolos de verdad, de libertad, de rebeldía. La kinésica de la iraní nos sugiere esta pregunta: ¿por qué ha de ser incompatible que una mujer profese amor a Alá y vista con ropa ceñida, orgullosa de su cuerpo? Vuelvo a ver la foto y me acuerdo de Dodo, el personaje más carismático del filme ‘Rompiendo las olas’, que Lars von Trier ambientó en la Escocia de los años 70 del siglo pasado. Dodo, mirlo blanco, era forastera en una villa costera de fuerte raigambre calvinista, donde trabajaba de enfermera. Durante una discusión con su amiga Bess, Dodo resaltó la actitud radicalmente patriarcal de la mayor parte de los vecinos. «Pero vives aquí. Y vas a la iglesia», le reprochaba Bess. «Pero yo veo las cosas desde mi punto de vista», le respondía, contundente, Dodo.

No está de más tener presente que, durante la Edad Media, Europa era aún más represora que los actuales regímenes talibanes. Entonces, la Iglesia católica castigaba sistemáticamente las herejías con una brutalidad inusitada. Por ejemplo, en 1600, la Santa Inquisición envió a la hoguera al insigne filósofo y astrónomo Giordano Bruno por expresar teorías que hoy son irrebatibles, como que la Tierra da vueltas alrededor del Sol o que la materia del universo está compuesta por átomos. Desde la perspectiva de género, cabe recordar el asesinato, en el s. V., de Hipatia de Alejandría. La gran pensadora y matemática, que se oponía firmemente a los abusos del poder religioso, fue desnudada en público y descuartizada por una caterva de fanáticos.

Afortunadamente, a partir de la Revolución Francesa, Europa construyó los cimientos de la secularización. Así, las diferentes esferas de la acción humana (política, derecho, economía, arte, vida íntima…) comenzaron a emanciparse de la tutela del poder religioso. Pese a algunos hiatos —guerras, dictaduras—, los musulmanes, los judíos o los ateos pasaron a tener los mismos derechos que los católicos. Ese es el espejo en el que actualmente se miran tantos iraníes. Desde hace más de cuatro meses, hombres y mujeres de diferentes clases sociales jóvenes, sobre todo exigen el desmantelamiento de la república islámica de su país. Están hartos de que el Talibán, debido a su interpretación literal y extrema del Corán, degrade a las musulmanas. Para ellos, el velo es una metáfora de ese ostracismo, que se traduce en prohibiciones sexistas como acudir a eventos deportivos, cantar y bailar fuera de la casa, sacarse el pasaporte sin la autorización del marido, sentarse en el transporte público al lado de un varón que no sea su esposo... Por no hablar de que en el Parlamento las mujeres solo ocupan 16 escaños de 290.

Ni siquiera la fuerte represión ayatolá, que ya deja más de 300 civiles muertos, aparta de su lucha por la democracia a tantos iraníes. Se está empezando a cumplir el deseo que Adonis, poeta sirio, expresó en 2014: «Repensar el islam a la luz de la modernidad».

(Publicado en El Progreso, 01/02/2023).

martes, 17 de enero de 2023

"RECORDA, MESTRE"

Para José Manuel Muñoz Puigcerver


No pudimos vernos en estas vacaciones, querido amigo. Realmente, desde que emigré a Bolivia en 2018, solo nos vimos una vez, el año pasado, cuando te acercaste al aeropuerto de Madrid, aprovechando que allí hacía escala antes de viajar a Galicia. En efecto, se complican nuestros reencuentros: yo solo puedo cruzar el charco en las navidades, no traigo muchos días, y tú ya sueles estar en Tarragona con tu familia. Pero qué extraño se me hace no poder darle un abrazo a mi mejor amigo al llegar a Madrid, máxime teniendo en cuenta que en esa ciudad vivimos juntos más de cinco años…

En la residencia universitaria —una representación en miniatura de la sociedad compartimos experiencias dulces y amargas. ¿Recuerdas cuando hicimos frente a un grupo de ultraderechistas que quería campar a sus anchas? Nosotros, antes de la medianoche, teníamos la costumbre de reunirnos en el salón para tomar una taza de Nesquick y charlar un rato. Aquellos niñatos comenzaron a quejarse de que no les dejábamos dormir. Lo paradójico es que ellos montaban fiestas bulliciosas hasta altas horas de la madrugada, incluso entre semana. Todas esas celebraciones las organizaban sin quorum ni previo aviso; y aun así, nosotros nunca les pusimos palos en las ruedas. Pero claro, sus reproches nacían del dogmatismo; el “volumen de nuestras voces” no fue más que un pretexto para tratar de poner cotos a la pluralidad ideológica y demostrar quiénes mandaban en la residencia. El caso es que, como recordarás, después de varias escaramuzas, nos vimos envueltos en una batalla dialéctica que duró más de dos horas; aquella noche tú oraste espléndido, poniendo al descubierto las contradicciones y las tergiversaciones de nuestros compañeros. No me sorprende que nos hubieran amenazado; como decía Sócrates, “Cuando el debate se pierde, el insulto se convierte en el arma del perdedor”.

Recuerdo cuando, en unas vacaciones veraniegas, viniste a verme a Santiso, y te descubrí la ría de Ribadeo, de la que tanto te había hablado uno de tus profesores: “Es uno de los lugares que tienes que visitar antes de morir”. Estabas muy emocionado. Para mí, fue proverbial el día en que me llevaste a Barcelona; tenía el afán de conocer las calles que pisaron mi padre y muchos de mis referentes artísticos e intelectuales. Más de diez años después, sigo pensando que el aroma del Mediterráneo no tiene parangón.

Contigo comencé a ir regularmente al cine, y la afición llegó a tal extremo que más de un sábado el alba nos sorprendió hablando sobre el lenguaje simbólico de Alfred Hitchcock, Sam Peckinpah o David Lynch. No es extraño que algunos de los filmes que vimos juntos como ‘Grupo salvaje’, ‘Obaba’ o ‘Vértigo’ los haya revisitado en múltiples ocasiones. Con respecto a la maravillosa película de Hitchcock, admiré tu perspicacia cuando descubriste un pequeño agujero en el guion. Te rechinaba que Galvin estuviese convencido de que su amigo Scottie detective privado al que había contratadono sería capaz de subir al campanario, donde supuestamente se suicidará la chica a la que ama, Madeleine, esposa a su vez de Galvin. Ciertamente, Scottie padecía vértigo, pero ello no fue óbice para que llegase hasta la torre en la última parte del filme, movido por un sentimiento fuerte como la ira. Además, un detective tiende siempre a buscar pruebas de las circunstancias de la muerte de una persona a la que está ligado afectivamente. Pero claro, si el protagonista subía al campanario antes (o justo después) del supuesto suicidio, descubriría el macabro plan urdido por su amigo, y toda la trama posterior media película con olor a necrofilia no tendría sentido. Te sorprenderá saber que hace unos meses Pedro García Cuartango explicó esta pequeña inconsistencia argumental en ‘Classics’, el programa que José Luis Garci dirige para Trece.

Todos estos recuerdos me ponen melancólico, pero también me hacen sonreír. Y es que conocerte fue como cuando se descubre una fuente de origen romano. Amigo, hagamos todo lo posible para que no pase otro año sin vernos. Es injusto que estén tan caros el abrazo y la frase “¿Qué pasa, chaval?” con los que nos saludamos decenas de veces. Tenemos pendientes muchos viajes (a Abel le gusta la idea de que visitemos con él París y Donosti), y ya sabes que en la Filmoteca Española siguen proyectando ciclos de eminentes cineastas. El tiempo me ha enseñado que hay pocas amistades verdaderas, y ninguna como la tuya. Hace unos días, hablábamos por WhatsApp de ‘Recorda, míster’, el entrañable programa de Barça TV. Parafraseando ese título, quisiera terminar el presente artículo diciéndote, casi en tono de consigna: “Recorda, mestre".

(Publicado en El Progreso de Lugo, 17/01/2023).

domingo, 23 de octubre de 2022

VOLVER A BERRIO

En la música, uno más uno no es igual a dos, por eso solo algunos compositores se complementan. Entre Mikel Erentxun y Rafael Berrio fallecido en 2020 sí había mucha química. Al tándem donostiarra le debemos siete chispeantes canciones (‘Tu nombre en los labios’, ‘Rara vez’, ‘Versus rocanrol’, ‘A veces te quiero siempre’, ‘Veneno’, ‘Intacto’ y ‘Sé libre, sé mía’) que fueron grabadas por el exintegrante de Duncan Dhu durante el periodo 1998-2021. En casi todas esas colaboraciones, Erentxun le entregó a Berrio las maquetas con las respectivas melodías, para que este incorporara los versos. El autor de ‘Niño futuro’ (2019) reflexionó de este modo sobre su rol en el trabajo conjunto: “Un letrista tiene que ceñirse a la melodía, y cuanto más se ciña mejor. Y claro, ceñirse a la melodía puede ser complicado, sobre todo si está planteada en términos anglosajones: ahí es muy difícil meter con calzador el español, hay que tener mucho oficio”.

Afirmaba Gaudí que para hacer las cosas bien, son necesarios, por este orden, el amor y la técnica. Pues bien, la dupla vasca se nutría no solo de la amistad, sino también de la admiración mutua. Erentxun siempre ha encomiado la capacidad poética de Berrio, y este consideraba que su socio era un “grandísimo melodista”. Ese sentimiento tan noble, unido a un nivel de exigencia alto, produjo joyas como ‘Intacto’, donde los versos se ajustan magníficamente a la evocadora melodía: “Sigue intacto cuanto amé de ti:/ el ave fénix que te anida,/ el derroche sin medida/ de tu risa, tu perfil,/ el salto mortal de tus manos,/ tus formas de cumbres y llanos,/ cada gesto,/ cada quiebro,/ todo cuanto amé de ti”.

Acaba de salir al mercado, con el sello de Warner, el sugerente álbum ‘La vida que amo’, donde Mikel Erentxun, Diego Vasallo, Quique González, Tulsa o José Ignacio Lapido rinden tributo al maestro Berrio. El disco repasa la obra solista del rockero y su participación en las bandas Deriva y Amor a Traición. ‘La vida que amo’ no contiene ninguna de las fascinantes composiciones del tándem Berrio/Erentxun, pero muchos de los temas versionados (‘Simulacro’, ‘Cómo iba yo a saber’, ‘La misma mujer distinta’, ‘No pienso bajar más al centro’…) certifican la magnitud del malogrado autor, que hoy tendría 58 años.

Cuando no trabajaba a sueldo para otros artistas, Berrio primero escribía las letras; y luego, las melodías: de ese modo, no se sentía constreñido. Ya en el proceso de musicalización, alteraba muchas veces el orden de las palabras, atendiendo a los acentos, hasta dar con la secuencia apropiada. Inconformista, el cantautor donostiarra empleaba métricas complejas para el rock, como los largos versos endecasílabos: así se explica ese fraseo escarpado, tan expresivo, que por momentos recordaba a Bob Dylan, a Rodrigo García (Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán), a Lou Reed, a Georges Brassens e, incluso, a los punks.


Las canciones de Rafael Berrio jamás resultarían creíbles en la voz de un artista complaciente, y no solo por sus hechuras abigarradas, sino también por su actitud de francotirador existencialista. Ávido lector de Baroja, Pessoa, Cioran o Gil de Biedma, el músico vasco denunciaba la alienación y la carencia de valores. Incluso en varios de sus temas amorosos se percibe la decadencia de nuestro tiempo: “Yo, que he sido una crisálida indiferente hasta ayer…/ Yo, que en el fondo he amado siempre la rutina de los días en serie…/ Dime tú, amor mío, cómo iba yo a saber”.

Berrio inauguró su carrera solista, en 2010, con el lanzamiento de ‘1971’, un trabajo de orfebrería fina. Si bien en esta fecunda etapa atrajo a un público fiel, el maestro nunca conoció el éxito masivo; tampoco lo buscó, pero no le faltaba razón en su lamento: “Ser autor de culto solo da para arroz integral y vino corriente”. Sus colegas y la crítica lo veneraban; verbigracia, Sabino Méndez, en El País (19/01/2013), destacó la atmósfera, el misterio y la comunicación tan franca de sus canciones. Incluso el cineasta Jonás Trueba le escribió un papel a medida en su largometraje ‘La reconquista’ (2016). Ellos saben que Berrio era “el hijo ingobernable de la luz del sol”, como cantaba en uno de sus temas.


(Publicado en El Progreso de Lugo, 22/10/2002).

miércoles, 21 de septiembre de 2022

LA ÚLTIMA PELÍCULA DE GODARD

Tres corrientes renovaron sustancialmente el lenguaje del cine: el expresionismo alemán, el neorrealismo italiano y la Nouvelle Vague francesa, que tuvo como máximos exponentes a los directores François Truffaut y al recientemente desaparecido Jean-Luc Godard. Su película ‘Al final de la escapada’ (1960) contribuyó enormemente a sentar las bases del celuloide moderno, en el que, tanto o más que la trama argumental, importarán el punto de vista del director, la naturalidad diálogos coloquiales, rodaje en interiores reales, uso de la cámara en mano... y la imbricación entre la cultura y la vida.

En su etapa como crítico de la prestigiosa revista Cahiers du Cinéma, siendo un veinteañero, Godard ya asombraba por su gran conocimiento del séptimo arte y su perspicacia. De Hitchcock aprendió que la puesta en escena es la traslación de la mirada del cineasta. Ford y Lang le contagiaron el gusto por la sentencia. Bergman le transmitió que los detalles íntimos marcan la diferencia, y más aún cuando se cargan de lirismo. Bresson le hizo ver que, a través del montaje, la noción del tiempo prevalece sobre la del espacio. Preminger le descubrió el rostro expresivo de Jean Seberg, quien acabaría protagonizando precisamente ‘Al final de la escapada’.

En sus películas juveniles, Godard no huía de los tópicos ni de las estructuras más fértiles: los adaptaba a su tiempo. Como hicieran Cézanne en la pintura y Pound en la poesía, el director franco-suizo ponía la tradición al servicio de la modernidad, rebelándose, eso sí, contra el tono academicista. “Una película debe tener planteamiento, nudo y desenlace, pero no necesariamente en ese orden”, sentenciaría.

Luego, desnortado y petulante, Godard quiso incorporar la causa maoísta a su obra y le salieron panfletos: ‘Week-end’ (1967), ‘La chinoise’ (1967), ‘Todo va bien’ (1972)… Aparatosas y llenas de consignas, esas películas parecían rodadas por un político queriendo hacer cine, más que por un cineasta queriendo hacer política.

Pero hoy prefiero detenerme en la época (1960-1966) que ocupa la plenitud de su talento. Sus filmes de entonces no solamente eran dramas o policíacos, sino también documentales sobre la belleza de las actrices Jean Seberg, Brigitte Bardot y, sobre todo, Anna Karina, con quien contraería matrimonio. “Ella tenía sombras profundas bajo sus ojos; eran gris-Velázquez”, escuchamos en ‘El soldadito’ (1963).

Algo que siempre me ha maravillado de la colaboración Godard/Karina es el uso de la música popular. Los bailes de ‘Vivir su vida’ (1962) o ‘Banda aparte’ (1964), que tanta huella dejarían en Tarantino, rompen la narración en beneficio de la poesía. Vemos a unos jóvenes que se dejan llevar por los sentimientos, trascendiendo una realidad hostil. La lúdica los cualifica; ya no serán marionetas al servicio del poder o del guion. Este estilo tan renovador sitúa el nombre de nuestro autor en uno de los capítulos fundamentales de la historia del séptimo arte.


Heterodoxo guionista, Godard escribió también el final de su vida. Y lo llevó a la práctica: a los 91 años, murió por suicidio asistido en su domicilio suizo.

(Publicado en El Progreso de Lugo, 20/09/2022).

martes, 13 de septiembre de 2022

JAVIER MARÍAS, EL NOVELISTA PENSADOR

El teatro de Shakespeare; la prosa de Faulkner; la traducción, que practicó con esmero; la poesía de Eliot; el fútbol, que definía como «la recuperación semanal de la infancia»… Todas las pasiones de Javier Marías —fallecido el pasado domingo a los 70 años— atraviesan su portentosa escritura. Pero acaso sean la filosofía y el cine los ingredientes que dejan un sabor más intenso en sus libros. Lógico: su padre era el filósofo Julián Marías, discípulo de Ortega y Gasset; y su tío materno, el cineasta Jesús Franco. Además, su hermano mayor, Miguel Marías, es crítico de cine; y su primo Ricardo Franco dirigió ‘Pascual Duarte’ (1976) o ‘La buena estrella’ (1997).


Vayamos por partes. Sería justo definir a Javier Marías, que aprendió tanto de su amigo Juan Benet, como «el novelista pensador» de las últimas cuatro décadas. La mayor parte de sus protagonistas necesita encajar las piezas del puzle de su pasado. Eso les lleva a afrontar diversos dilemas morales: la verdad y la mentira, la fidelidad y la traición, el secreto y lo que se saca a la luz… Los personajes reflejan esas dudas a través de abundantes pero fragmentadas digresiones. Narran y reflexionan a un tiempo.

Por otro lado, el cine negro de los años 40 (Fritz Lang, Otto Preminger…) deja su marca en los potentes arranques de las novelas de Marías. Es ahí cuando las palabras y la puesta en escena —lo que equivale a la mirada del cineasta— crecen de consuno. Así comienza ‘Corazón tan blanco’ (1992): «No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola...». 

Hubo una época (no tan lejana) en que las series televisivas juveniles incluían referencias a literatos de fuste. Digo esto porque yo descubrí a Marías en una de las últimas temporadas de ‘Compañeros’ (Antena 3). Si mal no recuerdo, dos de los personajes leían, a través del recurso de la voz en off, unos fragmentos de ‘Corazón tan blanco’. A mis 13 años, quedé prendado del ‘estilo Marías’: esas oraciones que, siendo largas y ricas en matices, resultan de una fluidez asombrosa…

El literato madrileño era alérgico a las florituras; jamás buscaba el halago del lector, pese a poseer una cultura tan fecunda. En su obra, sientes el nervio e, incluso, el hueso. Palpas algo esencial que no lograrían disolver toneladas de ácido. En una entrevista, Marías confesó que, a veces, prefería tumbarse en el suelo a recostarse en el sofá, del mismo modo que escribía a máquina —no a ordenador— todos sus textos. Estas imágenes, propias de alguien que odiaba las convenciones, se adaptan perfectamente al tono de su prosa.

El columnista

Desde hace casi dos décadas, Marías era el columnista estrella de El País. En el periodismo, empleaba un estilo casi conversacional, sin que se resintiese la calidad de sus argumentaciones. Unas veces expresaba sutilmente ternura y melancolía, como en la semblanza ‘Mayor que Lolita’, que dedicó a su madre, la traductora y profesora Dolores Franco. Otras veces Marías lanzaba dardos contra los pusilánimes, los hipócritas o los políticos arribistas; una recopilación de sus columnas se titula significativamente ‘Cuando los tontos mandan’ (2018).

Nuestro protagonista también era muy crítico con el infantilismo y la consecuente irresponsabilidad social; por ejemplo, el año pasado, a propósito del paso de la borrasca ‘Filomena’ por Madrid, escribió estas líneas tan elocuentes: «…saltaba a la vista que había peligros, y fueron advertidos: pueden caer árboles enteros, cornisas, bloques de hielo, las aceras son pistas de patinaje (centenares de fracturas por hacer caso omiso). A demasiadas personas les dio igual: había que salir; no a verla, sino a fotografiarla para enviar las imágenes a las amistades o a las cretinas redes de las que tantos son esclavos (recuérdense los muertos por selfies al borde de un precipicio o corriendo ante un toro o en coche a 200 por hora)».

Era Marías contra el mundo. Y, por mucho que le llamasen «gruñón», ganaba Marías.

(Publicado en El Progreso de Lugo, 13/09/2022).

miércoles, 20 de abril de 2022

CRISTINA PERI ROSSI, LA INSUMISA

Lo siento de verdad, sobre todo por el motivo. Cristina Peri Rossi no podrá estar presente este viernes en la entrega del premio Cervantes. La gran poeta y narradora uruguaya atraviesa un delicado cuadro de salud respiratorio que le impedirá viajar a Alcalá de Henares y pronunciar su discurso de aceptación ante los reyes. En representación de Peri Rossi, recogerá el galardón la actriz argentina Cecilia Roth.

El mejor comentario sobre la autora de ‘Estrategias de deseo’ (2004) se lo debemos a su colega Elena Poniatowksa: “Leer a Cristina Peri Rossi siempre me da ganas de hacer el amor”. Desde una perspectiva lésbica, la montevideana presenta el amor como una fuerza trascendente y subversiva (a veces, se rebela incluso contra lo que, convencionalmente, entendemos por ‘rebeldía’). Cómo olvidar su poema ‘Bar gay’: “Y aquella adolescente feúcha / de cortos cabellos rubios / que en el bar gay / pasaba un papelito / con una invitación: / ‘Orgía’, y una dirección. / La miraste con extraordinaria dulzura / y dijiste: ‘Esta noche no’. / Esa noche tú / y yo teníamos una cita”.

De todos modos, la poesía perirossiana está lejos de ser un mero juego de provocación. Sus personajes reivindican —sutilmente— la idea de que solo aprendemos de la diversidad, ya que la diferencia es una invitación a ponernos en el lugar del otro, ejercicio que nos libera de corsés mentales. La creadora de ‘Solitario de amor’ (1988) es, en fin, una rebelde, pero una rebelde con causa. En una entrevista, Peri Rossi comentó que “un ‘país rico’ es el que no tiene pobres”. Así, basándose únicamente en el sentido común, la uruguaya derribó de un plumazo sesudos informes económicos. En efecto, existen países ‘más’ o ‘menos’ pobres, pero, por desgracia, no hay ninguno que sea realmente rico…

Cristina Peri Rossi nació, en Montevideo, en 1941. Treinta y un años después, huyendo de la dictadura militar de su país, llegó a Barcelona, y ahí sigue. “Creo que por amarte / voy a amar tu geografía”, escribió en el poema ‘Barnanit’. Es encomiable esa permanencia, porque el clima de la hermosa ciudad condal le sienta mal a sus pulmones y porque, como periodista, se considera “víctima de la persecución lingüística” del independentismo (recordemos que, en 2007, ‘Catalunya Ràdio’ despidió a la uruguaya, alegando que no se podía pagar a nadie que se expresase en castellano; un mes más tarde, por presión mediática, el director de la emisora se disculpó y la readmitió). 

Igual que una cantante de éxito a la que no se le caen los anillos por actuar en cafés, Peri Rossi publicó sus últimos siete libros en dos pequeñas editoriales de Palencia: Menoscuarto y Cálamo. ¿Quién olvidó a quién? ¿Cristina a la gran industria o viceversa? Hay un poco de ambas cosas. La escritora confesó recientemente que detesta los grandes grupos editoriales, pues “solo van a ganar dinero”. Pero también es cierto que, durante la última década, los grandes sellos no parecían demasiado interesados en seguir engrosando sus catálogos con novelas o cuentos de Peri Rossi. Es bien clarificador este hecho: la rioplatense había ganado, en 2010, el premio ‘Mario Vargas Llosa NH’ de relato con ‘Habitaciones privadas’, pero el libro permanecía inédito más de un año después. José Ángel Zapatero —responsable de las mencionadas editoriales palantinas— se dirigió a Peri Rossi para proponerle la publicación de la obra en Menoscuarto, y ella aceptó encantada, tras haber comprobado que aún hay editores que tratan sus creaciones con delicadeza. “Los que todavía amamos la literatura más que el dinero cometemos un acto de rebeldía publicando con estos sellos”, confesaría la literata, refiriéndose a las editoriales independientes.

Peri Rossi obtuvo el premio Cervantes el pasado 10 de noviembre. Apuesto a que ese día más de un gigante editorial se rasgó las vestiduras al pensar que no pasaron por sus manos títulos como el citado ‘Habitaciones privadas’ (2012), ‘Los amores equivocados’ (2015), ‘Las replicantes’ (2016) o ‘La insumisa’ (2020). Un dato revelador: en febrero, solo tres meses después de que Peri Rossi alcanzase el máximo galardón de las letras hispanas, Visor Libros lanzó la ‘Poesía completa’ de la uruguaya. Ciertamente, la lírica es un género minoritario, pero estamos hablando de la editorial española más prestigiosa en ese ámbito…

Pocas autoras tan frescas, insumisas y sensitivas como Cristina Peri Rossi. Tiene 81 años, pero cuando lees una de sus últimas obras, sientes que estás conversando (y haciendo el amor) con una chica de 25. Una chica lúcida, por supuesto.

(Publicado en El Progreso de Lugo, 20/04/2022).

martes, 19 de abril de 2022

FACULTADES DEL ALMA

Es lamentable constatar que cada vez más personas con estudios escriben y hablan de manera atropellada. No estructuran sus oraciones de acuerdo a la sintaxis, porque sus ideas carecen de lógica. Asimismo, les es indiferente emplear el término justo, la metáfora más clarificadora… Cómo no pensar en el “hombre-masa” sobre el que escribió, con tanto acierto, Ortega y Gasset. El filósofo madrileño incluía en esa categoría social a todas las personas que no tienen afán de superación y que, carentes de criterio propio, se sienten orgullosas de saberse idénticas a los demás: mediocridad al cuadrado.

La gramática es mucho más que un envoltorio; no se puede reducir a una cuestión superficial. Escribir correctamente significa que eres detallista, exigente, “ubicado” (como dicen aquí, en Bolivia, cuando alguien tiene buen juicio) y respetuoso con el lector, que, a fin de cuentas, te entrega su tiempo.

Si encontramos la expresión precisa, no nos engañamos a nosotros mismos. Y si no nos engañamos a nosotros mismos, existe menos riesgo de que engañemos a los demás. El poeta francés Paul Valéry sostenía que la sintaxis “es una facultad del alma”; yo también aplicaría esa magnífica frase a la retórica, el arte de escribir y hablar con elocuencia.

(Publicado en El Progreso de Lugo, 13/04/2022)