Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo

Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo.
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domingo, 14 de marzo de 2010

Delibes: Un ritmo artístico, una eficacia palmaria


Las obras del malogrado y genial Miguel Delibes van más allá de lo que entendemos comúnmente por literatura: están vivas, tienen un latido propio, incumben al lector de manera directa. Su acierto, más allá del enjundioso contenido (la denuncia de las injusticias sociales, la rememoración de la infancia, el distanciamiento irónico frente a la pequeña burguesía…), está en la claridad (y en la precisión) del lenguaje:

(…) Yo miraba a los hombres hacer y deshacer en las faenas y Padre me decía: “Vamos, ven aquí y echa una mano”. Y yo echaba, por obediencia, una mano torpe e ineficaz. Y él me decía: “No es eso, memo. ¿Es que no ves cómo hacen los demás?”. Yo sí lo veía y hasta lo admiraba porque había en los movimientos de los hombres del campo, un ritmo casi artístico y una eficacia palmaria, pero me aburría.

Incluso en sus obras menores, como en Viejas historias de Castilla la vieja, 1964 (de donde extraigo el fragmento anterior), Delibes forjó un arte de vida, recuperando infinitud de hábitos, términos y expresiones del mundo rural. Practicando el realismo, es difícil ir más lejos en su capacidad emotiva y envolvente (“Yo quise narrar como un poema en prosa”, dijo Delibes refiriéndose a su obra maestra inconquistable, Los santos inocentes, 1982).

En ese sentido, Andrés Trapiello suele repetir la siguiente frase de su maestro Juan Ramón Jiménez: “Quien escribe como se habla, llegará en lo porvenir más lejos que quien escribe como se escribe”. Claro que la representación de la oralidad no es, en absoluto, tarea fácil; las palabras, indefectiblemente, necesitan fluir como el agua, como los movimientos de los labriegos, como la lectura de un poema: así es la naturaleza del discurso. Cualquier petulancia en forma de digresión, cualquier caída rítmica, puede echar a perder horas de trabajo.

De igual modo –y esto es una obviedad–, la reproducción exacta del diálogo hablado (con todas sus incoherencias gramaticales, con sus titubeos, con sus redundancias desproporcionadas…) resulta, incluso en una entrevista periodística, chabacana y cansina. Bochornosa.

Todos los diálogos y las descripciones del autor de El camino (1950) suponen, pese a la escasez de pretensión, pese a la incumbencia directa de la que hablaba –como lector– al principio, una renovada sorpresa. Verdad que en la literatura no hay palabras tabú (caben tanto los arcaísmos como los insultos o los cultismos): la clave está en la justeza, en la exactitud, en el nervio, en la congruencia del decir. Paradójicamente, la lengua se revitaliza cuando el autor bucea en la tradición, cuando explora (y trae de nuevo) las diferentes realidades… “Porque lo conozco bien, he podido inventarlo. Inventar es un método válido de conocer”, Álvaro Cunqueiro (otro magnífico autor que perfeccionó la oralidad) dixit.

En ese sentido, todas las expresiones del contemplativo Delibes son –qué duda cabe– afines a la personalidad o al temperamento de sus personajes (la profundidad psicológica es encomiable). Y, cuando brotan los contrastes (campo/ciudad, adulto/niño, pequeña burguesía/campesinos…), la emoción riela (o se encabalga, diríamos en un poema, ateniéndonos a su ritmo), como demuestra otro fragmento de las Viejas historias de Castilla la Vieja:

(…) Al principio pensaba que a mí me movía el orgullo y un mal calculado sentimiento de dignidad, había tal sino una vocación diferente. Y al cumplir los catorce, Padre me subió al páramo y me dijo: “Aquí no hay testigos. Reflexiona: ¿quieres estudiar?” Yo le dije: “No”. Me dijo: “¿Te gusta el campo?” Yo le dije: “Sí”. Él dijo: “¿Y trabajar en el campo?” Yo le dije: “No”. Él entonces me sacudió el polvo en forma y ya en casa, soltó al Caqui y me tuvo cuarenta y ocho horas amarrado a la cadena del perro sin comer ni beber.


Miguel Delibes, en primer plano.

Por HÉCTOR ACEBO (La Huella Digital, 14/3/2010)

1 comentario:

Romi dijo...

Las de Delibes son en Argentina obras que se leen en el cole para que los niños se acerquen a la Literatura. Fascinante como primer contacto con las letras…
Creo que un escritor como Delibes no muere del todo al quedarse en la memoria de tantos y que será recordado por muchas generaciones…