Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo

Bitácora de Héctor Acebo, poeta, periodista cultural y doctor en Periodismo.
-Correo: acebobello@gmail.com
-Instagram: @hectoracebo
-Twitter: @HectorAcebo

sábado, 5 de noviembre de 2011

Claudio Rodríguez Fer hace y deshace mis "Camas de hierba"

HACIENDO Y DESHACIENDO CAMAS DE HIERBA

Por Claudio Rodríguez Fer (poeta, Premio Nacional de la Crítica y Profesor Titular de la Universidad de Santiago de Compostela)


Héctor Acebo apela en su “Preliminar” de Camas de hierba a La llama doble de Octavio Paz para afirmar que el erotismo es poética corporal y que la poesía es erótica verbal, parámetros en los que precisamente se mueve el libro que presentamos desde su hermoso y sugestivo título, constituido por una metáfora alusiva al mismo tiempo a la realidad natural del espacio de los orígenes, a la realidad material del cuerpo del deseo y a la realidad poética del mundo de lo sutil. Se trata, pues, de una erótica y de una poética del conocimiento vital y verbal, esta última como la que postuló y teorizó nuestro comúnmente admirado José Ángel Valente.

Estilísticamente, Héctor Acebo alterna en Camas de hierba el lenguaje preciso de la tradición culta y el lenguaje desenvuelto de la calle, de la diversión y de las aulas, siempre con un resultado equilibrado entre lo sublime y lo vulgar, que se confunden en una realidad integral. Y temáticamente, se vale del canto de exaltación y celebración del placer y de la belleza, próximo a la oda y al madrigal, pero también de la crítica y deconstrucción de la alienación y del despecho, próxima a la sátira y al epigrama.

En efecto, a pesar de que se trata de un libro absolutamente actual e incluso muy expresivo del momento presente, Camas de hierba entronca plenamente con la tradición clásica del madrigal y, sobre todo, del epigrama, ese poema breve que generalmente consiste en un apunte ingenioso y festivo de temática satírica, erótica o incluso erótico-satírica, como ocurre en este libro. Tal es el caso, también, en la literatura griega, de los epigramas de la Antología Palatina compuestos por autores como Calímaco o Asclepíades de Samos, así como de sus sucesores en la literatura latina Catulo, Marcial y Propercio, a los que tanto se parece Héctor Acebo: de hecho, el cancionero dedicado a Alba en la parte central del libro semeja toda una actualización semiótica de los poemas a Lesbia.


El humanista Julio César Escalígero estableció, ya en el Renacimiento, las dos principales condiciones del epigrama: “brevitas et argucia”, o sea, brevedad y agudeza, y ambas continuaron vigentes tanto en el Barroco, como revela Gracián en su Agudeza y artes de ingenio, como en el Neoclasicismo, cuando renació didáctico el epigrama clásico.

Mas el género no decayó en la Edad Contemporánea, aunque a veces se transformara en las réplicas de Oscar Wilde, en las greguerías de Ramón Gómez de la Serna, en los membretes de Oliverio Girondo o en los epigramas erótico-políticos de Ernesto Cardenal. E incluso llegó a la poesía española actual con un tono elegíaco en Jaime Gil de Biedma, sarcástico en Ángel González y José Agustín Goytisolo, integral en José Ángel Valente, lúdico y sardónico en Antonio Martínez Sarrión, decadente en Luis Antonio de Villena y Luis Alberto de Cuenca, y felizmente epicúreo y hedonista, pero emergente, en Ana Rossetti y, ahora mismo, en versión masculina, en Héctor Acebo. Quizás por esto prima en su libro una personalidad propia que, aun conectando un poco con todas las autorías dichas, recuerda mucho más aun al canadiense Irving Layton, el maestro de Leonard Cohen, judío nacido en Rumania a quien seguramente todavía no ha leído.


Porque Camas de hierba acomete los sentidos y los sentimientos siempre sin grandilocuencia y con desenfado, con ironía pero con ternura, con desgarro pero con lúdica y con profundidad pero con frescura, como puede verse a través de los tres tópicos clásicos que parecen regir las tres partes que lo componen sucesivamente: locus amoenus, carpe diem y ubi sunt?

El locus amoenus de rural tiempo largo y armonía erótica, remitente al pueblo de los orígenes y a la casa del abuelo, de donde parecen provenir la ternura, la añoranza y la nostalgia, y por donde transcurre el curso del río Eo, en el poema “Desafío”, eróticamente materializado en cuerpo de mujer.



El carpe diem de urbano tiempo ocasional y acidez mordaz, remitente a las canciones de tres minutos propias del mundo apresurado en el que vivimos, como el soul negro de Sam Cooke y el soul blanco de Van Morrison, “La novia de nadie” de la que también habla Leonard Cohen, la indumentaria de cubrir y descubrir (se habla de cueros, vaqueros, tangas, braguitas y bikinis), la cibernética de comunicar e incomunicar (se apela al teléfono móvil, al Messenger y al virtual sujeto internauta), la alienación mediática de la televisión y del bronceado (se remite al programa Gran Hermano y a “ese dorado próximo al excremento”) y otras transgresiones más o menos escatológicas (se alude a la prostitución, a la lluvia dorada, etc.).



El ubi sunt? de los esplendores perdidos, como el misterio mágico en “Señal en la niebla”, Cunqueiro en “Literatura y periodismo, hoy”; Pound en “Pensar en imágenes”; Neruda intertextualizado en “Educación secundaria” como antes Otero en “Era delicada y rubia”; Valle-Inclán citado en “Un consejo”; Pessoa parafraseado en “Los universitarios”; la lengua gallega reconsiderada en "Edición bilingüe"...

En fin, mucho tengo en común, en gustos literarios y musicales y en actitudes personales y poéticas, con Héctor Acebo. De hecho, al igual que él, frente al prestigio de la muerte y de la desesperación que suele prender en los poetas jóvenes, yo me rebelé contra esa tradición tanática cantando a la vida y al erotismo con amor y con humor en mis primeros libros, que no casualmente se titulaban Poemas de amor sen morte (Poemas de amor sin muerte) y Tigres de ternura, así que no puedo menos que felicitar a Acebo por comenzar cantando también con amor y con humor, no exentos, claro, de conciencia crítica contra los poderes establecidos y de conciencia existencial de los límites impuestos por el espacio y el tiempo.

Por eso, tengo que concluir afirmando que de Camas de hierba me ha gustado todo y, dicho con total sinceridad y sin ningún asomo de condescendencia, no podría señalar ninguna deficiencia en este poemario de acuerdo con la libre y abierta poética que lo sustenta. Como prueba confesional de esta sintonía, quiero terminar leyendo un poema inédito mío alusivo a mi vida adolescente, porque en él confluyen además de alguna manera las tres entidades que aquí nos convocan en torno a esta obra de Héctor Acebo:

—el Club Cultural Valle-Inclán, porque en aquellos años adolescentes forjé mi cinefilia acudiendo sin falta a sus sesiones cineclubísticas;

—la Galería Sargadelos, porque aquí presenté en la madurez muchas veces mis libros y la revista Unión libre justamente en relación con el amor y con el cine;

—y el diario El Progreso, porque en él colaboré ya a los dieciséis años con un artículo precisamente sobre cine y literatura y también porque su gran formato de entonces resultaba muy útil a la hora de acostarse en pareja en una casa abandonada que había cerca del antiguo Colegio Universitario de Lugo y del río Miño, pues aquellas grandes hojas de periódico nos servían de auténticas camas de papel impreso sobre el suelo de cemento de aquel chalé a medio hacer.



Voy a tener, pues, el honor de hacer de telonero de Héctor Acebo, leyendo el poema-blues titulado “La casa del sol naciente” en alusión a la homónima canción popular norteamericana, aunque en esta ocasión podría llamarse más bien “Camas de hojas de periódico”.

LA CASA DEL SOL NACIENTE

Al lado del río
había una casa
a medio hacer.
En ella morábamos nosotros
cuando también estábamos
a medio hacer.

Íbamos en autostop,
nos entregábamos al amor
sin controlar el tiempo
y cuando se nos hacía tarde
esperábamos abrazados
a que saliera el sol.

Nuestras madres
se preocupaban
por la noche,
nuestros padres
se preocupaban
por el día.

El tocadiscos portátil
cantaba con Joan Baez
a la casa del sol naciente sin cesar,
mientras nosotros éramos felices
como animales en celo arruinando
nuestros expedientes académicos.

Las luciérnagas
aún ponían luz
al frufrú de los bluejeans
convertidos en bluesjeans
cuando bajábamos
cogidos de las manos por la colina.

Solamente las casas abandonadas
y sus deshabitantes
conocían en tal mundo desolado
el sol que alumbraba radiante
aquella pura alba libre
de nuestro amor naciente,
huerto que nunca conoció ocaso.


Texto leído, en gallego, en la Galería de Sargadelos de Lugo el 27 de septiembre de 2011.

***

FACENDO E DESFACENDO "CAMAS DE HIERBA"

Por Claudio Rodríguez Fer

Héctor Acebo apela no seu “Preliminar” de Camas de hierba a La llama doble de Octavio Paz para afirmar que o erotismo é poética corporal e que a poesía é erótica verbal, parámetros nos que precisamente se move o libro que presentamos dende o seu fermoso e suxestivo título, constituído por unha metáfora alusiva ao mesmo tempo á realidade natural do espazo das orixes, á realidade material do corpo do desexo e á realidade poética do mundo do sutil. Trátase, pois, dunha erótica e dunha poética do coñecemento vital e verbal, esta como a que postulou e teorizou o noso comunmente admirado José Ángel Valente.

Estilisticamente, Héctor Acebo alterna en Camas de hierba a linguaxe precisa da tradición culta e a linguaxe desenvolta da rúa, da troula e das aulas, sempre cun resultado equilibrado entre o sublime e o vulgar, que se confunden nunha realidade integral. E tematicamente, válese do canto de exaltación e celebración do pracer e da beleza, próximo á oda e ao madrigal, pero tamén da crítica e deconstrución da alienación e do despeito, próxima á sátira e ao epigrama.

En efecto, aínda que se trate dun libro absolutamente actual e mesmo moi expresivo do momento presente, Camas de hierba entronca plenamente coa tradición clásica do madrigal e, sobre todo, do epigrama, ese poema breve que xeralmente consiste nun apuntamento enxeñoso e festivo de temática satírica, erótica ou mesmo erótico-satírica, como ocorre neste libro. Tal é o caso tamén, na literatura grega, dos epigramas da Antoloxía Palatina compostos por autores como Calímaco ou Asclepíades de Samos, así como dos seus sucesores na literatura latina Catulo, Marcial e Propercio, aos que tanto se parece Héctor Acebo: de feito, o cancioneiro dedicado a Alba na parte central do libro semella toda unha actualización semiótica dos poemas a Lesbia de Catulo.

O humanista Xulio César Escalíxero estableceu, xa no Renacemento, as dúas principais condicións do epigrama: “brevitas et argutia”, ou sexa, brevidade e agudeza, e ambas continuaron vixentes tanto no Barroco, como revela Gracián na súa Agudeza y arte de ingenio, como no Neoclasicismo, cando renaceu didáctico o epigrama clásico.

Mais o xénero non decaeu na Idade Contemporánea, aínda que ás veces se transformase nas réplicas de Oscar Wilde, nas greguerías de Ramón Gómez de la Serna, nos membretes de Oliverio Girondo ou nos epigramas erótico-políticos de Ernesto Cardenal. E mesmo chegou á poesía española actual cun ton elexíaco en Jaime Gil de Biedma, sarcástico en Ángel González e José Agustín Goytisolo, integral en José Ángel Valente, lúdico e sardónico en Antonio Martínez Sarrión, decadente en Luis Antonio de Villena e Luis Alberto de Cuenca, e felizmente epicúreo e hedonista, pero emerxente, en Ana Rossetti e, agora mesmo, en versión masculina, en Héctor Acebo. Quizais por isto prima no seu libro unha personalidade propia que, aínda conectando un pouco con todas as autorías devanditas, lembra moito máis aínda ao canadense Irving Layton, o mestre de Leonard Cohen, xudeu nacido en Romanía a quen seguramente aínda non leu.

Porque Camas de hierba acomete os sentidos e os sentimentos sempre sen grandilocuencia e con desenfado, con ironía pero con tenrura, con desgarro pero con lúdica e con profundidade pero con frescura, como pode verse a través dos tres tópicos clásicos que parecen rexer as tres partes que o compoñen sucesivamente: locus amoenus, carpe diem e ubi sunt?.

O locus amoenus de rural tempo longo e harmonía erótica, remitente ao pobo das orixes e á casa do avó, de onde parecen provir a tenrura, a morriña e a nostalxia, e por onde transcorre o curso do río Eo, no poema “Desafío”, eroticamente materializado en corpo de muller.

O carpe diem de urbano tempo ocasional e acidez mordaz, remitente ás cancións de tres minutos propias do mundo apresurado no que vivimos, como o soul negro de Sam Cooke e o soul branco de Van Morrison, “La novia de nadie” da que tamén fala Leonard Cohen, a indumentaria de cubrir e descubrir (fálase de coiros, vaqueiros, tangas, braguitas e bikinis), a cibernética de comunicar e incomunicar (apélase ao teléfono móbil, ao Messenger e ao virtual suxeito internauta), a alienación mediática da televisión e do bronceado (remítese ao programa Gran Hermano e a “ese dorado próximo al excremento”) e outras transgresións máis ou menos escatolóxicas (alúdese á prostitución, á chuvia dourada, etc.).

O ubi sunt? dos esplendores perdidos, como o misterio máxico en “Señal en la niebla”, Cunqueiro en “Literatura y periodismo, hoy”; Pound en “Pensar en imágenes”; Neruda intertextualizado en “Educación secundaria” como antes Otero en “Era delicada y rubia”; Valle-Inclán citado en “Un consejo”; Pessoa parafraseado en “Los universitarios”; a lingua galega reconsiderada en “Edición bilingüe”...

En fin, moito teño en común, en gustos literarios e musicais e en actitudes persoais e poéticas, con Héctor Acebo. De feito, igual que el, fronte ao prestixio da morte e da desesperación que adoita prender nos poetas mozos, eu rebeleime contra esa tradición tanática cantando á vida e ao erotismo con amor e con humor nos meus primeiros libros, que non casualmente se titulaban Poemas de amor sen morte e Tigres de ternura, así que non podo menos que felicitar ao autor por comezar cantando tamén con amor e con humor, xaora non exentos de conciencia crítica contra os poderes establecidos e de conciencia existencial dos límites impostos polo espazo e o tempo.

Por iso, teño que concluír que de Camas de hierba gustoume todo e, dito con total sinceridade e sen ningún asomo de condescendencia, non podería sinalar ningunha deficiencia neste poemario de acordo coa libre e aberta poética que o sustenta. Como proba confesional desta sintonía, quero terminar lendo un poema inédito meu alusivo a miña vida adolescente, porque nel conflúen ademais dalgún xeito as tres entidades que aquí nos convocan en torno a esta obra de Héctor Acebo:

—o Club Cultural Valle-Inclán, porque naqueles anos adolescentes forxei a miña cinefilia acudindo sen falta ás súas sesións cineclubísticas;

—a Galería Sargadelos, porque aquí presentei na madurez moitas veces os meus libros e a revista Unión libre xustamente en relación co amor e co cinema;

—e ao xornal El Progreso porque nel colaborei xa aos dezaseis anos cun artigo precisamente sobre cine e literatura e tamén porque o seu gran formato de entón resultaba moi útil á hora de deitarse en parella nunha casa abandonada que había preto do antigo Colexio Universitario de Lugo e do río Miño, pois aquelas grandes follas de periódico servíannos de auténticas camas de papel impreso sobre o chan de cemento daquel chalé a medio facer.

Vou ter, pois, a honra de facer de teloneiro de Héctor Acebo, lendo o poema-blues titulado “A casa do sol nacente” en alusión á homónima canción popular norteamericana, aínda que nesta ocasión podería chamarse máis ben “Camas de follas de periódico”.

A CASA DO SOL NACENTE

Á beira do río
había unha casa
a medio facer.
Nela morabamos nós
cando tamén estabamos
a medio facer.

Iamos en autostop,
entregabámonos ao amor
sen controlar o tempo
e cando se nos facía tarde
esperabamos abrazados
a que saíse o sol.

As nosas nais
preocupábanse
pola noite,
os nosos pais
preocupábanse
polo día.

O tocadiscos portátil
cantaba con Joan Baez
á casa do sol nacente sen cesar,
mentres nós eramos felices
como animais en cío arruinando
os nosos expedientes académicos.

Os vagalumes
aínda poñían luz
ao frufrú dos bluejeans
convertidos en bluesjeans
cando baixabamos
collidos das mans pola cuíña.

Soamente as casas abandonadas
e os seus deshabitantes
coñecían en tal mundo desolado
o sol que alumeaba radiante
aquela pura alba libre
do noso amor nacente,
orto que nunca coñeceu ocaso.


(Galería de Sargadelos de Lugo, 27 de setembro de 2011)

No hay comentarios: